viernes, 15 de octubre de 2010

Participación ciudadana en nuestros ayuntamientos

La democracia, desde su origen, es el sistema político que se caracteriza porque el gobierno le corresponde al pueblo, pero realmente son estos los parámetros que caracterizan a la democracia actual. ¿Gobierna el pueblo? ¿Se gobierna con el pueblo? ¿Se gobierna para el pueblo? ¿Se gobierna para el pueblo, pero sin el pueblo? Hoy en día los electores eligen a sus representantes políticos y éstos, como buenamente consideren oportuno, gestionan la confianza que en ellos se ha depositado. Cierto es que cada vez son más numerosas las iniciativas que procuran una mayor participación de los ciudadanos, son fórmulas que buscan recabar la opinión de quienes efectivamente deben administrar los recursos y tomar las decisiones que afectan a sus intereses.

El ciudadano de a pie demanda del político un compromiso que busque el bien común y gestione preocupado exclusivamente por el beneficio de los vecinos. El paso decisivo en la participación ciudadana debe radicar en arbitrar medidas para que la toma de decisiones no sea patrimonio distintivo de los gobernantes porque lo fácil es decidir sin contar con los ciudadanos, aunque se defienda a ultranza que ellos son los protagonistas. Por ejemplo, ¿Qué vecino asiste al pleno de su ayuntamiento? ¿Quién sabe qué es lo que se decide? Los políticos quizá culpen al residente de su municipio por su escaso interés o su desidia, hasta el punto de que consideren que quien debe mostrar interés sea el propio vecino. Malo sería pensar esto. El que se compromete a gobernar para el pueblo es el político y, por tanto, es él quien no debería actuar sin contar con el apoyo del ciudadano.

Aboguemos por una democracia participativa, sin hipocresías, en la que los legítimos protagonistas sean los ciudadanos. En este sentido, en algunos ayuntamientos se están constituyendo numerosos consejos de participación ciudadana. La cuestión es si realmente las decisiones que se toman en esos consejos son vinculantes o no, es decir, si sirven de algo o la única finalidad es para que nadie pueda acusar a los políticos que gobiernan para el pueblo, pero sin el pueblo. Es insuficiente. La democracia participativa aboga por que sea el pueblo el que gobierne y gobernar es decidir y gestionar. El que ha de gobernar es el pueblo. No basta con constituir unos consejos municipales para contentar al votante, es más que eso, es darles a ellos el poder de decisión y de gestión. Sólo de esta manera se creará un compromiso fiel del vecino. El ciudadano sólo se comprometerá si realmente cree que su decisión sirve de algo.

Dos propuestas sencillas: primera, antes de actuar, preguntar. Esto implica que la información deba ser trasladada al ciudadano, si se pretende que sea éste quien decida. La información es la posesión principal que los políticos tienen, sin ella no son nadie, con ella, se creen todopoderosos. Parece que hay miedo a que los vecinos conozcan hasta los últimos entresijos, de modo que la información se proporciona con cuenta gotas. ¿Qué sucedería si los presupuestos fueran participativos? Si los ciudadanos pudieran aportar sugerencias, alternativas, expresar su opinión, de modo vinculante. Ojo que ellos son los únicos benefactores y usuarios. Segunda, la gestión. Este es uno de los principales caballos de batalla. La gestión supone encarnar el poder. La ejecución de lo presupuestado o de lo que se ha decidido se considera feudo exclusivo de los políticos: terreno prohibido. ¿Acaso no pueden gestionar los ciudadanos el dinero que, al fin al cabo, es suyo?

Se acercan las elecciones municipales. Iremos viendo como muchos Ayuntamientos que han ninguneado a los vecinos en estos tres años y medio comenzarán a mostrarse muy cercanos. Es cuando el ciudadano ya no cuenta como ciudadano sino como un voto.

Estas misma reflexión la podemos aplicar a la política general de un país. ¿Se está gobernando para los ciudadanos en España? ¿Estamos todos representados en estas políticas actuales? Que cada uno saque sus propias consecuencias...



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